martes, 22 de mayo de 2018

PUEDE... Autor: Luis Romero


   Rostros de la Poesía




PUEDE...

Autor: Luis Romero

Puede que no haya
un mañana,
que mis sueños y tus sueños
ya no despierten,
que se queden muertos
en las manos del alba
o que se queden caminando translúcidos entre cipreses
o en la memoria ardiente de las brasas.
Puede que no haya un mañana
y que nuestros cuerpos
despierten soñando
en la muerte
la odisea tan ferviente
de volver en el tiempo.
Puede que no haya un encuentro futuro
que oscuro y siniestro
devenga el momento
de saberte dormida
en la memoria de un muerto,
que quiere y no puede
ofrecerte su vida.

Luis Romero
México

jueves, 17 de mayo de 2018

Certeza - Autor: Guiseppe Badaracco

Los Rostros de la Poesía




Certeza

Autor: Guiseppe Badaracco


Sé que voy a sufrir
y soy feliz.
Porque estarás conmigo después de la agonía.

Y pintaremos los ladrillos
oscuros
de nuestra nueva casa.

Para estar seguros
que nadie nos robará el amor,
cerraremos la ventana.

La cruz del Sur
será la cabecera de la cama.

Y una sábana azul
nos cubrirá los cuerpos y la almohada.

Sé que voy a sufrir,
y soy feliz
aunque no ocurra nada.

Guiseppe Badaracco
Argentina

martes, 8 de mayo de 2018

TRASUEÑO - Autor: Alejandro Mauriño





Los Rostros de la Poesía



TRASUEÑO

Autor:  Alejandro Mauriño

Sos como es el mar,
incansable y húmeda.
Verdes tus ojos,
salada tu espuma.

Sos como es la Luna,
pálida, insondable;
lejana y difusa
su faz venerable.

Sos como es la vida,
ardiente y tranquila,
blanca, roja, negra,
picante, desabrida.

Sos como una mano,
cortada por líneas,
cálidas o breves,
rosada de enigmas.

Sos... como es el fin:
inesperado y constante,
vivo en cada rima,
y a veces feliz.

<>
Alejandro Mauriño
Argentina

ÁRBOL - Autor: Alejandro Mauriño

Los Rostros de la Poesía



ÁRBOL

Autor: Alejandro Mauriño


Sombra, flores, pájaros y frutos.
Madera, follaje, altura y profundidad.
Raíces. Fuego. Hacheros y agricultura, luego desierto.
Piedra prehistórica que lo recuerda.

El sonoro tambor; pianos y violines.
Obeso contrabajo y castañuelas gentiles.
Laúd, mandolina y por fin, guitarra inmortal.
La libertad de Euskadi y los últimos acordes de Santos Vega.

Una silla. Esta mesa. Lápiz fundamental.
Ramas que adornan el vértice de un cuadro
y el perfume del incienso y el ébano.
La rojiza llama del fogón. La ceniza en la herida.

El barco del fenicio, el trirreme griego, la ignara carabela
que trajo la mugre y la peste al paraíso.
Los palos con que midió el mundo Eratóstenes
y la flecha que permitió el odio a la distancia.

La cruz que un carpintero judío no imaginó para sí.
De la antorcha su luz y la pequeña llama del fósforo.
Una casa, un tibio techo bajo la nieve.
El sitio de nacer, amar y morir: el lecho.

Hizo, hace y hará ésto, o mucho más, el árbol.
En multitud, el bosque; en soledad, la referencia.
Su verditud ensueña. Canta la casuarina en la brisa.
Es amistad y es esta hoja, en la que el poema piensa.
  
<> 

 Alejandro Mauriño
Argentina

(Editado en un afiche, 1998, y en el libro
“Odas, profecías y maldiciones”, 2000).