lunes, 29 de julio de 2013

ENTRE DOS ESPECIES, UN HÍBRIDO: EL HOMBRE

                    








         
ENTRE DOS ESPECIES, UN HÍBRIDO: EL HOMBRE





Antiguos navegantes de esta porción del universo, los Isfimos contemplaban agonizar la vida en un pequeño planeta del sistema Alfa Centauri. Alguna vez ellos también tuvieron cuerpos pero la evolución los llevó a prescindir de éstos hasta ser seres de esprectos de luz apenas visibles. Conservaban su capacidad de materializarse en su forma original a través de la acumulación de partículas y la unión de los átomos y moléculas y aunque habían vencido la barrera que separa la vida de la muerte eran muy conscientes de la gran pérdida que significaba la extinción de algunas especies.
Kirus, el planeta de Alfa Centauri llegaba al final de su tiempo, la vida fue diezmada por cambios bruscos de la temperatura que seguía en aumento. Los últimos ejemplares vivos de una especie sensible e inteligente, los Oisas estaban condenados a la aniquilación. De tanto en tanto, los Isfimos decidían dejar de ser simples observadores e intervenían en la evolución o en evitaban la extinción de algunas formas de vida. Tras evaluar la situación de los Oisas y frente a la imposibilidad de revertir las condiciones en Kirus decidieron rescatar del planeta a los últimos supervivientes y al no conocer un hábitat adecuado para la vida de ésta especie decidieron mantenerlos en animación suspendida.
Pasaron unos millones de años y en el sistema solar nuestro planeta despertaba a la vida que había estallado en todas direcciones desde los calderos calientes de las entrañas de la Tierra. Los animales evolucionaban rápidamente, algunos se extinguían, otros surgían en una presurosa carrera evolutiva que definiría a la especie dominante.
Los Isfimos observaban con atención la evolución del mono y un repetido retraso en la misma, cada vez que los monos pasaban a ser homínidos casi pensantes se exterminaban entre ellos, los distintos grupos, separados en clanes, se aniquilaban entre sí, incluso era común que hasta se devoraran. Algo los llevaba a no aceptar las diferencias existentes entres clanes y eso era un punto final y una vuelta a empezar en esa evolución.
Los Isfimos pensaron que podrían intervenir levemente y destrabar este proceso evolutivo por un lado y por otro creyeron encontrar un hábitat para los Oisas.
Les fue simple tomar un grupo de homínidos y modificar su cadena de ADN salteando un paso en la evolución, como las modificaciones genéticas debían ser solo las imprescindibles para dejar a la naturaleza y al tiempo su parte, solo atenuaron el instinto de exterminio feroz para que pudiesen cruzarse entre ellos, esperando que, con el desarrollo de la inteligencia y la lógica, pudiesen anular definitivamente ese instinto en el futuro ( de la teoría a la práctica a veces no todo sale como es de esperarse, pero ese ya es otro tema).
Terminado con esto, concentraron sus esfuerzos en los Oisas, modificaron su ADN para habitar en la tierra y ligeramente su fenotipo para hacerlos físicamente más aptos a la supervivencia. Pensaron que los descendientes del mono y de los Oisas serían las dos especies dominantes del planeta.
El inconveniente surgió de que los Oisas eran lo que en la Tierra se conoce con el nombre de femeninos, llegado el momento en su planeta de origen la fecundación se realizaba a través del simple contacto con el suelo de Kirus y así se aseguraba la continuidad de la especie. Los Isfimos concluyeron que no podían modificar el suelo de la Tierra sin alterar de manera catastrófica toda la vida existente en ella.
En ese momento la única solución viable fue una inesperada y urgente alteración genética en los nuevos descendientes del mono y los ya terrestres Oisas para que pudiesen cruzarse entre ellos dando origen a una nueva especie híbrida: El Hombre.
A pesar de los milenios y de ser híbridos conservamos algunas diferencias de nuestros ancestros primordiales hasta hoy en día.
Hubo un resquicio de duda entre los Isfimos al momento de decidir esta mezcla entre especies, lo que los llevó no solo a seguir manteniendo en animación suspendida algunos ejemplares puros de Oisas sino también a observar más frecuentemente la evolución de la vida en la Tierra y las condiciones del planeta. Así unos miles de años después descubrieron que en las profundidades de los océanos se daban las condiciones necesarias para que las aguas fecunden a los Osias, en las parte más insondables de los abismos. En un nuevo intento por la supervivencia de esta especie les pareció una alternativa válida, modificaron el ADN de algunos Oisas para la vida en el agua, pero esta vez incorporaron a su instinto de supervivencia el temor a los seres humanos, para que se mantengan lejos de ellos.
A través de los siglos, en raras ocasiones y por azar, el hombre llegó a visualizar por escasos segundos a estos descendientes acuáticos de los Oisas. Los llamamos Sirenas, pero esa es ya otra historia.




Eve V.Gauna Piragine
Corrientes-Argentina





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