domingo, 22 de junio de 2014

AL MAESTRO RUBÉN DARÍO - Autor: Juan Benito Rodríguez Manzanares








AL MAESTRO RUBÉN DARÍO


Autor: Juan Benito Rodríguez Manzanares
(Cuartetos endecasílabos)
(Biografía en verso del Príncipe de las letras castellanas,
Rubén Darío)



En este mi homenaje, ofrenda humilde
a nuestro querido Rubén Darío,
no desearía me falte el brío,
para enfatizar poniendo la tilde,

en todos los aspectos de un poeta,
que en mil ochocientos setenta y siete,
nace en Nicaragua y como un ariete,
rompe formulismos, pues cual esteta,

goza en utilizar métricas tales,
como las complejas alejandrinas,
para él, sin ningún misterio y divinas,
con encabalgamientos tan normales

en su portentoso genio poético,
que encumbra la rima y la poesía
a unos extremos de tal maestría,
que al citar, la poesía, no es ético,

si al citar las letras en castellano,
a su príncipe, alma de este poema,
referente, enseña y mejor emblema,
no les hacemos andar de la mano.

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Sus padres, primos en segundo grado,
penaron diferencias conyugales,
siendo sus abuelos más maternales,
quienes velaron su infancia a su lado.

Metapa, altiva a Rubén vio nacer,
percibiendo su innato poderío,
mudando su nombre a Ciudad Darío,
a los cuatro años de este fallecer.

Llorando así la pérdida de su hijo,
de un poeta, articulista y patriota,
que en buenos tiempos y en los de derrota,
halló donde ella consuelo y cobijo.

Tras la Guerra de Cuba llegó a España
como cronista para, La Nación,
y bien será la suerte o la razón,
quien utilizando alguna artimaña,

lo lleva a conocer a Benavente,
Juan Ramón Giménez o Valle-Inclán,
alzándose a pesar del qué dirán,
académicos y gente influyente,

como claro padre del movimiento
al cual se denominó, El Modernismo,
siendo Prosas Profanas el bautismo
y fiel consagración de su cimiento.

Y como ya pasara en su niñez,
su ánimo, por la vida es maltratado,
arrancando la parca de su lado,
a sus pequeñas con gran avidez.

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La política lo enmarcó en la vida,
la poesía agitó su razón,
y al final de su periplo, en León
un mal seis de febrero, vil y erguida,

la guadaña finó a mi profesor,
mi confidente en mis largos desvelos,
poeta creador de mis consuelos,
y de mis sentimientos hacedor.

¡Maestro Rubén Darío, qué pena!
Si sólo puedo ofrendarte estas rimas,
pues con tus versos mis oídos mimas,
bajo la radiante luna serena.

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A Rubén Darío, maestro y hermano,
si en ello su memoria no profano.

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Juan Benito Rodríguez Manzanares.
Valencia  (España)
Veinte de mayo de dos mil nueve.

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